Leyenda del Cristo de Veracruz y el médico chino

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Hay momentos en la historia de Puerto Príncipe en que se mezclan hechos reales y legendarios de tal modo, que no hay manera de desligarlos, como si lo maravilloso formara parte de la vida cotidiana del territorio. Así sucede con dos elementos que van a superponerse en la memoria del ya lejano siglo XIX camagüeyano: el misterioso Cristo de la Veracruz y el no menos enigmático Médico Chino.

Unos sencillos hombres de Nuevitas encontraron en el mar, mientras pescaban, una gran caja de madera, con una sola inscripción: VERACRUZ. Al abrirla encontraron en su interior una gran imagen de Cristo crucificado. Dieron el hecho por milagroso y llevaron el hallazgo a tierra.

Los ilustrados de Puerto Príncipe pensaron que esta había caído de un barco o había sido arrojada al agua durante una tormenta. Llamativamente la pieza no fue llevada a un templo, sino sacada a la venta pública. Fue adquirida por un matrimonio acomodado: Don Ignacio María de Varona y  Doña Trinidad de la Torre Cisneros, quienes la instalaron en su casona de la calle Mayor esquina a San Clemente.

Pronto la imagen ganó fama popular de milagrosa. Cada año el matrimonio la llevaba durante la Semana Santa  a la vecina Parroquial Mayor, de donde salía el Viernes Santo en procesión por las calles, para volver a ser guardada en su domicilio. En una ocasión, cuando la ciudad estaba azotada por una gran sequía, la cruz fue sacada en procesión extraordinaria para suplicar que lloviera e instantes después de concluir esta, se formó una gran tempestad y comenzó a llover, lo que llenó de júbilo y admiración a todos, en un territorio donde ricos y pobres dependían de los productos de la agricultura.

El 14 de marzo de 1848 llegó a Puerto Príncipe una figura que inmediatamente despertó la curiosidad de los vecinos,  se trataba de un médico natural de Pekín, al que se comenzó a conocer como  “el chino Siam”. Hombre ceremonioso y cortés, pronto ganó prestigio con las curaciones que realizaba, a pesar del temor y la ignorancia de muchos principeños que al principio lo consideraban como un hechicero y de los comprensibles celos de muchos galenos (nombre que recibían los médicos en esa época) a los que iba sustrayéndoles clientela. Un suceso inesperado lo cambiaría todo.

Un Viernes Santo, muy probablemente el de 1850, mientras la procesión de la Veracruz recorría las céntricas calles principeñas, apareció súbitamente Siam y, solemnemente, se arrodilló delante de la imagen, en gesto de oración. Cuenta la leyenda que al día siguiente, visitó a los esposos Varona de la Torre y les expresó su deseo de recibir el bautismo.

Según consta en el Archivo de la Parroquial Mayor, el “chino Siam” recibió allí el bautismo el 25 de abril de 1850 y adoptó el nombre de Juan de Dios Siam Zaldívar.  Pronto ganó prestigio en la ciudad y algunos aseguran que amasó una gran fortuna con el ejercicio de su profesión. Su silueta se hizo familiar en la ciudad, acostumbraba a desplazarse en un lujoso carruaje y vestía, ya al modo occidental, con traje negro, cruzado por una leontina de oro con un sonajero. Pasó el resto de su existencia en Puerto Príncipe. Falleció el 23 de marzo de 1885.

La imagen de la Veracruz desapareció sin dejar rastros de ella, en cuanto al “chino Siam” ha quedado en el habla popular, a través de la expresión coloquial, extendida por todo el país, “eso no lo arregla ni el médico chino”.

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