El Indio Bravo

Corría el año 1800, en Puerto Príncipe apareció un bandolero singular que, a diferencia de otros conocidos, no tenía al parecer nombre ni apellido. Todos lo llamaban el “Indio Bravo”. Parecía diferenciarse también de los demás en no ser un simple ladrón de fincas y sacrificador de ganado. Tampoco era un salteador de caminos.
De boca en boca comenzaron a correr los rumores más extraños: se decía que era un indio legítimo, descendiente de aquellos aborígenes que Vasco Porcayo y otros conquistadores exterminaron a fuerza de trabajos y malos tratos. Se le suponía dotado de fuerza excepcional y crueldad primitiva. Según algunos, tenía una destreza especial en el uso del arco y la flecha, armas ya olvidadas, aún en un sitio tan tradicional como Puerto Príncipe.
Pronto los rumores subieron de tono, se comentaba que el asaltante era un caníbal y que se robaba los niños para alimentarse con ellos, o simplemente para devorar su corazón y beber su sangre. Muchos que en las tertulias presumían de valientes no se sentían ya seguros para recorrer el camino hacia sus fincas. En la ciudad las mujeres recogían a los niños antes de que oscureciera y las trancas y pestillos parecían poco para protegerse del fantasmal bandolero.
Comenzaron a decaer las visitas y fiesta, y según cuentan, hasta los festejos del San Juan se suspendían, pues no estaba el ánimo para diversiones.
Los intentos para capturar al indio parecían vanos, ya fuera porque este resultaba muy hábil para eludir a quienes le buscaban o bien porque quienes decían buscarlo no ponían demasiado empeño en propiciar tal encuentro.
La instauración de la Real Audiencia en la cabecera del territorio, el 30 de julio de 1800, vino a traer cierta ilustración, orden y legalidad a Puerto Príncipe. En 1801 el Ayuntamiento prometió gratificar con 500 pesos-cifra elevadísima en esa época- a quien capturara al bandido. Por esos días se dice que el delincuente asesinó a un negro esclavo y secuestró a una niña.
Fue atrapado y asesinado el 11 de junio de ese año por vecinos de la fina Cabeza de vaca. Según se dice, el cadáver del Indio llegó a la villa en medio de la noche, pero las campanas se escucharon y de inmediato comenzaron espontáneamente las fiestas del San Juan, suspendidas desde hacía años.
El hecho no fue fácilmente olvidado. Nadie supo jamás cual era el nombre real del Indio, ni de donde procedía, pero su condición de rebelde solitario fue asociada décadas después con el enfrentamiento de los patriotas con la metrópolis española, de ahí que el periódico clandestino que un grupo de jóvenes, encabezado por Raúl Acosta León, fundara en Puerto Príncipe en 1893, tuviera por nombre El Indio Bravo.

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